La boina

Francisco Umbral

El español es un neomudéjar con boina. La boina es lo que tiene de godo. Ahora, los godos de León quieren salirse de la Autonomía castellana y a mí me parece que tienen razón, aunque sean pocos, porque esto de las Autonomías está mal hecho y, como dice este periódico, los caudillos del PP se van levantando uno tras otro (el primero Hormaechea) contra algo que les parece casi un federalismo para pobres. 

León, tierra maternal y anarquista. Anarquistas de la mina, cuando entonces, y anarquistas de la poesía cuando la revista Espadaña y Victoriano Crémer, que me envía buenas prosas y buena amistad. El viejo anarquista lírico de Furia y paloma veo que está en forma, aunque no creo que ande ya en estas movidas autonómicas. León es mi ciudad materna, por allí vio volar la Legión Cóndor mi mirada recién creada de niño, sin saber lo que veía. Varias etapas leonesas en mi infancia y juventud, hasta que me echaron de León los falangistas y otros que no lo eran. A este niño golfo y follador del Bernesga no han vuelto a verlo por allí, pero de León me llegan cartas y pañuelos bordados de mis primas, con amor casto de hermanas. Yo diría, parafraseando a Neruda, León, hueles a mi prima. Todo esto lo cuento para explicar que uno conoce bien aquello y que no hablo por hablar, sino a humo de pajas, que es humo del recuerdo.

El neomudéjar con boina, decíamos. Esto vale para toda la etnografía nacional. Y el neomudéjar con boina y sindicato nunca ha entendido muy bien lo de las Autonomías, primero porque le suenan a federalismo, que fue cosa de la República y la guerra, y luego y mayormente porque no funcionan. El invento se hizo para Cataluña y el País Vasco, que es donde más o menos está funcionando, sobre todo políticamente. El nacional, por neomudéjar, no acaba de entender que España se divida en pequeños Reynos, cuando la Unidad se hizo con su sangre. Y el godo, por lo de la boina, tiende más a la unidad de clase que a estas uniones y separaciones administrativas y artificiosas. León y Santander «son» Castilla de una manera artificial, primero por un veleide isabelino o isabelón, y luego por voluntad de la Santa Transición, pero siempre sin contar con ellos. Pereda huyó peñas arriba, por no ser castellano, y en cuanto al leonés Victoriano Crémer, es de Burgos. Así de enredada anda la cosa provincial en una España provinciana. La derecha ha entendido las Autonomías como una nueva versión de los Coros y Danzas, acendrándose cada región en su regionalismo, y al final ha resultado una suerte de Antología de la Zarzuela de Tamayo. En los bajalatos del PP, efectivamente, la rebelión es mayor, porque la derechona siempre ha tendido al costumbrismo, el localismo, el color genuino, la política parroquial y el vino de la casa, que hace más típico.

En cuanto a la izquierda (y estoy hablando de los políticos), no se conforma con la Antología de la Zarzuela y quiere forzar la cosa hasta un federalismo republicanizante. Lo cual que el chabolo autonómico se nos viene abajo por todas partes. Castilla es románica y León es gótico. No sé si el rojo Victoriano Crémer tiró alguna vez bombas anarquistas, pero hizo la revista antifranquista más valiente de España. La cosa autonómica es otro invento que se le cae a Felipe González. España sigue siendo un sitio sin resolver. Yo, niño entre Castilla y León, sé que León nunca se sintió castellano. León, que mira hacia Colonia, hacia los nortes puros, fríos y ojivales de Europa. Lo que yo les diga y de ahí no salimos: el español medio es un neomudéjar con boina.

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