El cuento de los votos
Diario de León | 2008
Érase una vez un país en el extremo suroccidental de Europa, llamado Botarantia, de monarquía parlamentaria, entre católico conservador y progresista postconciliar, cuya más importante y sonora virtud, según uno de sus más preclaros oriundos dado al verso, es la de que sus habitantes desprecian a gritos todo cuanto ignoran.
Salido de una oscura y profunda caverna dictatorial y recién entrado en el cielo abierto de la democracia, quiso ese país, a través de un texto constitucional elaborado por sus hombres más sesudos, readministrar el territorio, posibilitando una nueva distribución de sus gentes por comunidades, bien matrimoniándose o permaneciendo solteras.
Fue un proceso largo, complicado y resuelto por diferentes vías.
Por expreso deseo de los censados botarantes y botarantas, todos ellos resolvieron, en acto o en potencia, permanecer solteros en sus respectivas regiones, menos uno, el matrimonio entre doña Virtudes Castilla y don Primitivo León.
En la ceremonia nupcial de doña Virtudes y don Primitivo, actuaron de padrinos: don Sogolfo Malsín Villarejo, premio Nobel de Física por demostrar la inmovilidad del Movimiento, de parte del novio; y doña Gregoria Peces Boecillo, virtuosa en gaita y en vihuela de la escuela de Pucela, en representación de la novia.
Previo al feliz acontecimiento, comenzó a propalarse por todo el territorio botarántico la siguiente coplilla: doña Virtudes Castilla / se dice que va a esposar / con Primitivo León, / si buena está la muchacha / más bueno está el mocetón. / Don Sogolfo los habrá de apadrinar / y doña Gregoria Peces / de madrina irá al altar. / Resultado de este enlace / prosperidad ha de dar, / y envidia por su riqueza / y por su grandeza, más. / ¡Venga ese día, / que llegue, ya!
Pero, no siempre, lo que el hombre propone coincide con los deseos de quien todo lo puede, aquí en la tierra como en el cielo. Y éste fue el caso.
Muy pronto se hizo de dominio público que aquel matrimonio había sido por conveniencia, más ajustado a intereses espurios que a un verdadero amor conyugal. Doña Virtudes veía en don Primitivo a un hombre aún no liberado de lazos sentimentales con el pasado, envuelto a menudo en ensoñaciones de nostalgia o señerdad, que es como se aproximan los cazurros y asturianos, primos y hermanos, a la «saudade» portuguesa.
Y don Primitivo veía en doña Virtudes un acendrado egoísmo, egolatría y egocentrismo, muy mala administración e, incluso, derroche de los bienes gananciales. Como la legislación vigente en Botarantia no permite la posibilidad de ruptura del vínculo por la vía legal, la señora Castilla y el señor León deberán aguantarse mutuamente hasta que una futura ley de divorcio pueda disolver el fallido matrimonio.
Comentarios
Publicar un comentario