La necesidad de un leonesismo tranquilo

Jorge Hernández, periodista
El Espectador | Tribuna de Salamanca | 2006

Si usted es salmantino hágase las preguntas siguientes: ¿Siente algún tipo de afecto por la fiesta de Villalar? ¿Cuando viaja fuera usted dice que es castellano y leonés? Es más que evidente que nuestra Comunidad Autónoma adolece de un poderoso problema identitario que sería superfluo sino fuera porque otras regiones de nuestro país obtienen pingües beneficios económicos como consecuencia de todo lo contrario.

Salamanca, situada en el extremo occidental de la península, incomunicada y desvertebrada, ha sufrido durante varias décadas un curioso fenómeno de traslación de sus verdaderas raíces culturales, siendo adscrita sin sentido histórico a Castilla sin tener en cuenta que tradicionalmente nuestra provincia ha formado parte siempre del reino de León. No pienso, ni muchos menos, que los salmantinos vayamos por ahí haciendo acto de gallardía presumiendo de "leoneses", pero lo cierto es que nuestra provincia forma parte de una región completamente distinta a Castilla.

Si nos atenemos al Estatuto de Castilla y León, la Comunidad Autónoma sería "birregional", es decir, estaría formada por dos regiones históricas: Castilla La Vieja y las tres antiguas provincias del Reino de León (León, Zamora, Salamanca)

Salamanca posee profundas raíces leonesas en su cultura y en su folclore. Tan es así, que todavía en muy determinados pueblos de Las Arribes y del oeste de la provincia, aún se conservan variedades dialectales de la antigua lengua asturleonesa.

Es verdad que no "pega" con el talante salmantino que nuestros políticos comenzaran ahora a inventarse un nacionalismo de nueva hornada reivindicando los ancestros leoneses del oeste español (aunque tuvieran más legitimidad histórica que según qué "nacioncitas" nacientes), pero el desembarco en nuestra provincia de varias formaciones leonesistas, después de un moderado éxito en León y en Zamora, debe ser también objeto de atención por parte de la ciudadanía. Tanto en León como en Zamora el regionalismo bien entendido y constructivo, en una zona, como es el oeste de la península, con muchos motivos para protestar enérgicamente, está consiguiendo progresos importantes.

Usted que me lee y que es charro de pro, ¿sabe cuánto presupuesto anual tienen provincias tan profundamente castellanas como Santander o Logroño constituidas sorpresivamente en comunidades autónomas? ¿Sabe de cuánto presupuesto "regional" goza Salamanca una vez repartido entre las nueve provincias de la Comunidad? Imagíneselo y acertará.

El leonesismo en tanto que regionalismo tranquilo, de corte si se quiere más cultural que reivindicativo, puede ser una importante "idea fuerza" que canalice las diferentes sensibilidades salmantinas y leonesas que pululan en nuestra provincia, tan "descosida" desde el punto de vista identitario y que nunca ha acabado de encontrar esa tercera fuerza política poderosa que, por lo menos, y tal y como están las cosas en nuestro país, defienda con fuerza los intereses del terruño. Si navarros, asturianos, andaluces, gallegos, catalanes y valencianos, experimentan en nuestros días un notable florecimiento económico y cultural gracias al sistema autonómico. ¿Por qué una de las regiones más antiguas de Europa no puede estar, al menos en igualdad de condiciones?

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